Se dice que las vitaminas hacen que a los niños les de hambre y causan que ganen peso, entre otras propiedades que a veces rayan en lo mágico. Tenemos claro que las vitaminas son importantes, pero ¿por qué? ¿Qué pasa si no se consumen en la cantidad adecuada? Si nuestra dieta se basara únicamente en proteínas, carbohidratos y grasas de forma pura, sin nada más, pronto la piel se resecaría, el pelo se caería, empezaríamos a tener dificultades para concentrarnos, entre otros problemas. Nuestro metabolismo necesita vitaminas para que podamos utilizar todos los demás nutrimentos adecuadamente. Si bien todas tienen funciones particulares y necesitamos de todas para tener una vida saludable, tal vez una de las más importantes para los niños es la llamada familia de la vitamina B o complejo B.
La familia de la vitamina B (llamada complejo B) incluye tiamina (B1), riboflavina (B2), niacina (B3), ácido pantoténico (B5), piridoxina (B6), biotina (B7), ácido fólico (B9) y cianocobalamina (B12). Algunas de ellas son más conocidas, como el ácido fólico que puede prevenir las malformaciones congénitas o como la biotina que muchas mujeres toman para tener pelo más saludable. Pero no es sólo eso, sabemos que como grupo tienen un rol muy importante porque son cofactores en muchas funciones celulares que involucran principalmente el obtener energía de los alimentos y producir nucleótidos, las pequeñas letras en las que está escrito el ADN y por ende nuestra información genética. Funcionan como pequeños pero muy importantes engranes en una gran maquinaria: sin ellos la máquina no funciona adecuadamente o incluso puede detenerse. Te podrás imaginar que obtener energía y producir ADN son funciones muy importantes para que las células trabajen adecuadamente, se dividan y multipliquen; si no lo hacen, los niños pueden tener problemas en las funciones cerebrales y también en su crecimiento.
Una de las características de este grupo de vitaminas es que son hidrosolubles, es decir, se disuelven en agua y se distribuyen rápidamente en el cuerpo. El inconveniente es que, a diferencia de las vitaminas liposolubles (que se disuelven en grasa) como la A, la D y la E, no se pueden almacenar ni en el hígado ni en el tejido adiposo y por ello es necesario consumirlas frecuentemente en la dieta. Una notable excepción es la vitamina B12 que en parte puede ser producida por la microbiota o flora intestinal, las bacterias que viven en nuestro intestino y que nos benefician de muchas formas distintas, pero por otra parte debemos consumirla.
Este grupo de vitaminas se encuentra en numerosas verduras verde oscuro, cereales integrales y productos de origen animal, principalmente en la carne roja, además de que muchos alimentos están enriquecidos, como los cereales matinales. El problema es que no es raro encontrar que los niños no ingieren suficientes vitaminas del complejo B como consecuencia de dietas restrictivas, ya sea porque se les limitan alimentos debido a alteraciones como alergias o porque no les gustan. Y por otro lado, el uso (y en ocasiones abuso) de antibióticos es muy frecuente en niños, lo que modifica la capacidad de la microbiota de producir vitamina B12. Respecto a esta vitamina en particular, se ha relacionado el consumo de dietas vegetarianas y veganas con niveles bajos de ella. Para las mamás que siguen este tipo de alimentación, deben suplementarse tanto en el embarazo como durante la lactancia.
Actualmente lo que se encuentra en niños es que, sin ver deficiencias severas como las que se encuentran en los libros de texto o las que se pueden encontrar en sitios donde existe la desnutrición severa, las deficiencias moderadas son más comunes de lo que se piensa y pueden tener consecuencias significativas, particularmente en su desarrollo psicomotor y cognitivo. Esto se ha observado particularmente en la deficiencia de vitamina B12 en la que los niveles bajos se han relacionado con anemia y alteraciones en la motricidad y disminución en las capacidades cognitivas, es decir, de aprendizaje y de pensamiento.
Por todo ello es importante pensar en que los niños consuman todo lo que necesitan, una dieta balanceada basada en frutas y verduras, alimentos fortificados –para ello es importante leer las etiquetas- y hablar con su pediatra acerca de la posible necesidad de suplementos ya que no es recomendable el uso indiscriminado de multivitamínicos en todos los niños, pero muchos se pueden beneficiar de un consumo cuidadoso.
Referencias:
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