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HAMBRE OCULTA

Coordinador del Centro de Dificultades Alimentarias del Instituto Pensi, Fundacion José Luiz Setúbal y Profesor Asociado del Departamento de Pediatría de la Escuela Paulista de Medicina – UNIFESP.
Desde hace algunos años, he estado dando clases sobre un tema que se llama el Hambre Oculta. Y todas las veces hablamos de conceptos de hambre, que en todos los diccionarios pasa por el deseo o sensación fisiológica (por lo tanto, normal) del deseo de comer o de la necesidad de proveer nutrientes a nuestro cuerpo. Oculto significa escondido en términos médicos, algo desconocido o no visualizado inicialmente.
Para entender entonces este nombre de Hambre Oculta, para nosotros los profesionales de la salud, esta expresión significa una carencia no visible o diagnosticada de vitaminas y minerales. Y tal vez este nombre no sea tan correcto, a pesar de ser tan usado.
En todo el mundo, aprendemos a asociar el hambre con la ausencia de comida, con la pobreza, con la suprema necesidad de comer, por no tener acceso o por estar alejado de fuentes de alimentación. Lo que viene a la mente es la imagen de niños desnutridos, en campos de refugiados o en países más pobres. Y la carencia de vitaminas y minerales no necesariamente está asociada al nivel social y económico, a la falta de alimentos o a la necesidad urgente de comer. A muchos de nosotros nos faltan algunas vitaminas y minerales y no nos damos cuenta. Muchos creen que estamos comiendo bien o hasta demasiado y aun así carecemos de algunos de estos nutrientes esenciales. Uno de los grandes problemas de hoy es la carencia nutricional de pacientes con sobrepeso, que pueden llegar a comer mucho, pero de pocos alimentos.
El otro aspecto a considerar es el término oculto. La principal carencia nutricional individualizada en todo el mundo es el hierro, que afecta a millones y millones de habitantes en todas las regiones de la tierra. El diagnóstico de anemia es fácilmente realizado y la enfermedad es diagnosticada por exámenes de sangre sencillos y disponibles en prácticamente todos los laboratorios del mundo. ¿Entonces por qué oculto?
Todo empieza con la cantidad de evidencia que tenemos de que estas carencias existen a diferentes niveles. Usted probablemente haya escuchado sobre el concepto del “iceberg” o de las enormes montañas de hielo, que tiene capas invisibles mucho más grandes de las que están afuera del agua y son las responsables por los accidentes marítimos… Cuando se trata de la salud, decimos que una enfermedad simula el efecto “iceberg” cuando logramos ver apenas una pequeña parte del proceso, pero lo que realmente está ocasionando el riesgo es lo que no notamos.
De esta forma, la anemia es apenas la punta del “iceberg” y es fácilmente diagnosticada, pero el grande riesgo y lo que determina nuestra inmensa preocupación es la falta de hierro anterior al diagnóstico de la anemia. En esta etapa ya tenemos efectos importantes determinando cambios enormes en nuestro potencial cognitivo (inteligencia, memoria, capacidad de abstracción, de resolución de problemas), que aparecen en las deficiencias iniciales de hierro en nuestro organismo, por la falta de ingestión de alimentos ricos o fuentes de hierro, o por pérdidas no diagnosticadas. El costo para nuestro organismo, para la economía mundial, por la falta de diagnóstico, por la pérdida de productividad, por la mayor facilidad de tener infecciones, alteraciones del crecimiento y desarrollo, en etapa anterior al diagnóstico clínico son inmensos…
Lo que sabemos hoy es que a pesar de que las vitaminas y minerales estén presentes en verduras, legumbres, carnes y derivados lácteos, una gran cantidad de personas en todo el mundo presenta un consumo por debajo de lo recomendado. Por lo tanto, se estima que más de 2 mil millones de personas pueden presentar hambre oculta. Las deficiencias más importantes son las de hierro, zinc, y calcio entre los minerales y deficiencia de vitamina A, D y en algunas edades, de las vitaminas C y del complejo B.
Si tuviéramos una alimentación equilibrada, tendríamos condiciones de ingerir todas las vitaminas y minerales en prácticamente todas las etapas de la vida. Mientras tanto, las condiciones de estrés, acceso a alimentos, hábitos culturales, diferencias en el nivel educacional y económico, llevan a riesgos nutricionales variados.
Además, algunas etapas de la vida son de mayor riesgo, como el período de gestación, en que la necesidad de algunas vitaminas aumenta y no es suplida por la alimentación, como ocurre con las vitaminas ácido fólico (B9) y vitamina B12, esenciales para la formación del tejido nervioso y para el desarrollo del feto, impidiendo malas formaciones. En el primer año de vida, las vitaminas A y D son esenciales, promoviendo las defensas naturales, el crecimiento de los tejidos óseos, como el esqueleto y dientes, y previenen infecciones. El hierro es, como ya dijimos, importantísimo en el desarrollo, y está relacionado a inúmeras funciones del transporte de nutrientes en la sangre, formación de nuestra capacidad intelectual y actúa en el sistema de defensa contra infecciones. El calcio, esencial para el crecimiento, también actúa en la función cardíaca y debe ser consumido durante toda la infancia, adolescencia y en la etapa de adultos jóvenes, período en que el mineral tiene mejor absorción, creando reservas para la etapa más vieja de nuestra vida, cuando presentamos carencias del mineral en el hueso, llevando a debilidades y fracturas (la osteopenia y osteoporosis).
Cuando pensamos en la vitamina D, parece que el número es cada vez mayor de personas en todo el mundo que presenta algún grado de deficiencia. La vitamina D es la única que tiene dos fuentes de entrada en nuestro cuerpo, una por ingestión de alimentos y otra por la transformación en la piel de precursores de vitamina por la acción del sol. Vamos a hablar sobre esto con más atención en una publicación futura.
Tal vez el término – hambre oculta – quede más claro si nos imaginamos que el diagnóstico de estas carencias sea casi siempre más tarde, cuando el proceso ya está establecido y muchas de las consecuencias importantes en nuestro cuerpo ya aparecen, antes de que podamos prevenir y tratar de forma adecuada. Por esto, es esencial que el profesional de la salud haga el diagnóstico precoz, estableciendo quien presenta riesgo y modificando la alimentación, y si necesario, suplementando y tratando tan pronto que se haga el diagnóstico. De esta forma, la salud dejará de ser oculta en situaciones que podrían ser revertidas por cuidados de la población y diagnóstico precoz.