El mercado y la disponibilidad de probióticos crecen de manera acelerada. Una visita a una farmacia o tienda especializada en suplementos alimenticios demuestra la amplia variedad de probióticos que se exhiben en diferentes presentaciones (tabletas, cápsulas, granulados, polvos, ampolletas), en cantidades diferentes (miligramos o billones de bacterias, esporas u hongos) y para un gran número de indicaciones (mejorar la salud, el sistema inmune, el rendimiento físico o para aliviar síntomas o enfermedades diversas). Por ello, para evitar confusiones y malos resultados, es muy importante conocer los criterios científicos para calificar a los probióticos.
Hoy un probiótico debe estar perfectamente caracterizado, es decir, se requiere conocer el género, la especie y la cepa e idealmente el genoma (los genes) del microorganismo contenido en el producto que se comercializa como probiótico. El probiótico debe ser seguro, en otras palabras, el uso del probiótico no produce efectos adversos o daños a quien lo consume. Se requiere de por lo menos un estudio clínico en humanos, conducido de acuerdo a los estándares científicos aprobados, en el cual el probiótico haya mostrado ser benéfico para la salud. Los microorganismos deben estar vivos y en la cantidad que se señala en el producto probiótico hasta la fecha de caducidad. El nombre de cada probiótico consta del género, especie y la cepa. Por ejemplo Lactobacillus plantarum MF1298.
En suma, hay que tomar en cuenta estos dos enunciados antes de consumir un probiótico: “no todos los probióticos son iguales” y “cada probiótico tiene una indicación para una condición o trastorno específico”.
¿Cómo funcionan los probióticos?
Los probióticos son benéficos para la salud porque ayudan a tener un sistema inmune que funcione apropiadamente, evitan la invasión de microorganismos peligrosos, regulan el movimiento del intestino, mejoran la función de la barrera intestinal, facilitan la digestión de algunos alimentos (p.ej. lactosa), producen vitaminas y otros nutrientes y participan en la extracción de energía de los alimentos.
Recomendaciones del uso de probióticos
Existen múltiples publicaciones científicas que apoyan o rechazan el uso de probióticos en condiciones y enfermedades específicas. Hay suficiente evidencia para recomendar los probióticos en las siguientes indicaciones:
- En bebés prematuros, para prevenir enterocolitis necrozante
- En el control del cólico del lactante
- En la prevención de la diarrea asociada al uso de antibióticos
- En el control de los síntomas del síndrome de intestino irritable, coloquialmente conocido como colitis
- En la prevención y tratamiento de las infecciones vaginales
Los probióticos han sido utilizados en las siguientes condiciones, sin embargo, se requiere de mayores estudios para demostrar su eficacia:
- En las diarreas agudas de niños y adultos
- En los trastornos metabólicos asociados a la diabetes y obesidad
- En enfermedades de la boca como gingivitis o periodontitis
- En la prevención de osteoporosis
- En el tratamiento de enfermedades alérgicas como rinitis, asma, dermatitis atópica
- Para potenciar la respuesta a vacunas como la de influenza
- En enfermedades del hígado como el hígado graso o la cirrosis
- En trastornos neurológicos y psiquiátricos como el espectro autista, la enfermedad de Parkinson, la ansiedad y depresión.
El consumo de prebióticos, probióticos y sinbióticos, – que hemos discutido en otro articulo (incluir enlace) – así como de alimentos fermentados es una herramienta útil para mantener una microbiota (antes flora intestinal) saludable, sobre todo cuando existe un factor que la desequilibra como el uso de antibióticos y otros medicamentos, la dieta inadecuada, el entrenamiento de alto rendimiento y en la edad avanzada.
En general, los probióticos son seguros para la mayoría de las personas, pero Usted debe consultar a su médico en caso de padecer de una enfermedad que disminuya sus defensas o use medicamentos que debiliten el sistema inmunológico.